El Principio 19 de la Declaración de Estocolmo establece que: “Es indispensable una labor de educación en cuestiones ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes como a los adultos, para ensanchar las bases de una opinión pública bien informada y de una conducta de los individuos, de las empresas y de las colectividades, inspirada en el sentido de su responsabilidad en cuanto a la protección y mejoramiento del medio en toda su dimensión humana. Es también esencial que los medios de comunicación de masas eviten contribuir al deterioro del medio humano y difundan, por el contrario, información de carácter educativo sobre la necesidad de protegerlo y mejorarlo, a fin de que el hombre pueda desarrollarse en todos los aspectos”.
En la siguiente conferencia celebrada en Belgrado en 1975, se le otorga a la educación ambiental una importancia capital en los procesos de cambio, se recomienda la enseñanza de nuevos conocimientos teóricos y prácticos, valores y actitudes que constituirán la clave para conseguir el mejoramiento ambiental. En Belgrado se definen también las metas, objetivos y principios de la educación ambiental; a través de un documento conocido como Carta de Belgrado.
Finalmente, en la Conferencia Intergubernamental sobre Educación Ambiental organizada por la UNESCO en cooperación con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y celebrada en la ciudad de Tbilisi, Georgia en 1977, se acuerda y aprueba solemnemente la Declaración donde se establece la incorporación de la educación ambiental a los sistemas de educación, estrategias, modalidades y la cooperación internacional en esta materia.
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